El edificio consigue reactivar un espacio infrautilizado, aprovechando sus virtudes principales como son su buena orientación, la protección física a los vientos y su condición de área de transición entre el espacio urbano y la playa, dando además respuesta al programa de necesidades planteado por el cliente. Para ello se opta por dividir el programa en dos partes claramente diferenciadas: por un lado la parte pública de recepción, información, gestión y formación, y por otro lado la zona de uso exclusivamente deportivo condicionado a cuota de inscripción. Ambas áreas se relacionan a través de una nueva calle-patio interior de libre circulación pública, que además de darles acceso e iluminación, es el centro vital del edificio, pues sirve de conexión entre el aparcamiento y la playa, ofreciendo servicio tanto a los surfistas como al resto de usuarios de la playa.
Este nuevo espacio, que introduce el flujo natural de gente entre el aparcamiento y la playa en el corazón del edificio, actúa como un dinámico telón de fondo de la parte pública del edificio, introduciendo la actividad y el tránsito de los surfistas cómo un elemento más de la atmósfera del edificio.